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Verificando tu personalidad digital

Hace poco la embajada de Estados Unidos anunció que, de ahora en adelante, pedirá a todos los aspirantes a obtener la visa americana, que brinden información sobre sus redes sociales, es decir, su personalidad digital.

Pero, ¿cómo está conformada nuestra personalidad digital?

Actualmente usamos diferentes redes sociales, documentos e identificaciones que nos ayudan a definirnos como un ser en en la red.

De acuerdo con recientes definiciones, Identidad 2.0 o identidad digital es todo lo que manifestamos en el ciberespeacio”, es decir, son todas las cosas que nos conforman en internet, incluso cómo somos percibidos en este universo virtual.

Al crear un perfil en las redes sociales, estamos de acuerdo en ser parte de una comunidad digital en donde cada vez nos volvemos más visibles.

Revolución digital

A inicios de la década de los 90’s, esta identidad aún era difusa, pues en los primeros años del internet no existían muchas de las aplicaciones que actualmente conocemos y que hoy forman parte de nuestra vida cotidiana.

Escasamente contábamos con un correo electrónico y podíamos tener acceso a diferentes chats, donde nuestra identidad se limitaba a un nickname que duraba algunas horas y después desaparecía entre una multitud de usuarios en los chatrooms.

Después de muchos experimentos, navegadores y diferentes páginas desarrolladas, Facebook nace en el 2004 y da paso a toda una nueva era que define las llamadas “redes sociales”, en las que hemos ido construyendo nuestra identidad por elección propia.

Actualmente estamos rodeados por muchos aspectos que por inferencia definen nuestra personalidad. Prácticamente cada ámbito de nuestra vida cuenta con una app que identifica nuestro estado en la red. Twitter nos informa, Facebook constituye nuestra vida social, Instagram y Pinterest dan a conocer nuestros intereses y cómo vemos el mundo, y Linkedin da cuenta de nuestra trayectoria laboral.

La comercialización masiva de los teléfonos inteligentes, a partir del 2010, agregó una nueva dimensión a este complejo universo de interacción, en el que las aplicaciones móviles han construido todo un seguimiento de nuestros pensamientos, sentimientos, emociones y las cosas que nos preocupan.

A esto le llamamos “huella digital” y está conformada por el rastro de todas las acciones que realizamos en internet a lo largo de día como las compras en línea, operaciones bancarias, comentarios en redes y búsquedas.

El ciudadano 2.0

Todos estos aspectos que conectan nuestra vida real con la vida digital, tienen el componente “verificador” de nuestro paso por el mundo para la sociedad digitalizada. Desde comprobar que nuestras parejas dicen la verdad, hasta ser un empleado confiable de quien se pueden constatar sus datos, ubicación, trabajos anteriores y causas por las cuales ha cambiado de empleo. Esto ha simbolizado en muchos aspectos la apertura de la vida privada, planteando uno de los dilemas de la digitalización: ser una sociedad con “total transparencia” o tener que redefinir hasta dónde podemos mostrar ciertos aspectos de la vida diaria en la web.

Lo cierto es que nuestra vida actual está mucho más vigilada, etre otras cosas, por que prevalece una obsesión por ver. El Homo Videns, como lo concibió el sociólogo italiano Giovanni Sartori en “la Sociedad Teledirigida” está mutando al “hombre digital” en el que todos los aspectos del ser humano serán calificados, enumerados y valorados. Lo anterior ya se ha puesto en práctica en China, donde es posible calificar a los ciudadanos bajo el concepto de “Crédito Social” en el que se ofrecen recompensas o castigos de acuerdo al comportamiento de cada ciudadano, que se mide a través de reconocimiento facial, cámaras de vigilancia y descarga de aplicaciones.

Asimismo, los diversos modelos de ciudades inteligentes e inter-conectadas están creando nuevas posibilidades para el uso de la personalidad digital. En la Ciudad de México, por ejemplo, ya lo vemos con las nuevas Fotocívicas, las cuales operan bajo un sistema de puntos para que los infractores del reglamento de tránsito cumplan con las sanciones cívicas correspondientes.

A fin de cuentas, los gobiernos se reservarán “el derecho de admisión” en función de estas definiciones apoyadas por el historial de nuestras redes, puntos y calificaciones como ciudadanos. Me anticipo a pensar que estamos por ver en los próximos diez o veinte años el cambio a los pasaportes electrónicos junto con los chips de identidad.

Esta imagen, digna de una serie oscura, no es más que el reflejo de ese espejo que está a punto de absorbernos.

¡Listos o no, allá vamos!

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